Hoy vamos a hablar de una técnica que llega con fuerza desde el país
del Sol Naciente y que, hasta hace unos años, era prácticamente
desconocida, pero que poco a poco ha logrado ganarse practicantes dentro
de nuestras fronteras. Nos referimos al Rockfishing ligero, también
conocido como light rock fishing (LRF).
El “rockfishing” que conocíamos hasta no hace mucho era el lanzado pesado o surfcasting practicado en zonas de piedra, como por ejemplo, acantilados. Este rockfishing del que hablaremos a continuación poco o nada tiene que ver con la definición anterior.
Nuestro rockfishing es una
especie de spinning ultraligero en el que se pretenden especies
depredadoras de pequeño tamaño que suelen habitar escenarios rocosos
como zonas de rocas, espigones o interiores de puertos, rías,…
Así, serán las escorpas, gobios, vacas, serranos, sargos (sí, sargos…), tordos y otros habitantes del roquedo nuestro objetivo principal, con la posibilidad de capturar también pequeños ejemplares de lubinas, jureles, obladas, dentones, serviolas, palometones, y otras especies de carácter pelágico.
El equipo
Para practicar esta modalidad es necesario adaptar el equipo y los señuelos a la mínima expresión, para ser capaces de notar las picadas, en ocasiones muy sutiles, y poder disfrutar mínimamente las capturas.
Las cañas que utilizaremos tendrán una longitud que oscilará entre los 2 y los 2,5 metros, con una acción comprendida entre 0,5 y 8 g.
Como pareja de baile, un carrete tamaño 1000, o incluso 500. A algunos os sorprenderán estos tamaños, pero recordemos que estamos hablando de una pesca ultraligera.
La línea que se suele emplear puede ser de diversa índole: monofilamentos de 0,14 – 0,20; trenzados y fusionados de 2 – 5 lb, con un bajo de nylon o fluorocarbono en los diámetros anteriores. Para empezar, mejor usar monofilamento, ya que lanzar señuelos livianos con trenzado puede ocasionar las temidas “pelucas”.
En cuanto a señuelos, serán los vinilos y cabezas jig, en tamaños ínfimos, los que ocuparán la mayor parte de nuestro arsenal de rockfishing, aunque también podemos utilizar jigs metálicos, peces artificiales, poppers y paseantes, todos ellos a poder ser de un tamaño inferior a los 6 cm y teniendo en cuenta las limitaciones de la caña en cuanto a capacidad de lance.
Captura y Suelta
Debido a que la mayoría de los peces que capturemos serán ejemplares inmaduros o de tamaño contenido, se hace necesario realizar una estricta captura y suelta de todos los ejemplares capturados, sin excepción, devolviéndolos al agua de inmediato y con sumo cuidado, para que sufran el menor daño posible.
Recordad que nuestro objetivo no es llenar el cubo, ni sacar la pieza
de nuestra vida, sino divertirnos con peces que antes ni imaginábamos
que se podrían pescar con un señuelo artificial.
Ahora ya conocemos las premisas básicas para adentrarnos en la pesca de los más pequeños depredadores de nuestro entorno. Con esta modalidad conseguiremos picadas y capturas, pero no os creáis que es una pesca facilona. En cuanto la probéis os daréis cuenta que se trata de una modalidad muy técnica y sobretodo… ¡adictiva!
El “rockfishing” que conocíamos hasta no hace mucho era el lanzado pesado o surfcasting practicado en zonas de piedra, como por ejemplo, acantilados. Este rockfishing del que hablaremos a continuación poco o nada tiene que ver con la definición anterior.
Así, serán las escorpas, gobios, vacas, serranos, sargos (sí, sargos…), tordos y otros habitantes del roquedo nuestro objetivo principal, con la posibilidad de capturar también pequeños ejemplares de lubinas, jureles, obladas, dentones, serviolas, palometones, y otras especies de carácter pelágico.
Para practicar esta modalidad es necesario adaptar el equipo y los señuelos a la mínima expresión, para ser capaces de notar las picadas, en ocasiones muy sutiles, y poder disfrutar mínimamente las capturas.
Las cañas que utilizaremos tendrán una longitud que oscilará entre los 2 y los 2,5 metros, con una acción comprendida entre 0,5 y 8 g.
Como pareja de baile, un carrete tamaño 1000, o incluso 500. A algunos os sorprenderán estos tamaños, pero recordemos que estamos hablando de una pesca ultraligera.
La línea que se suele emplear puede ser de diversa índole: monofilamentos de 0,14 – 0,20; trenzados y fusionados de 2 – 5 lb, con un bajo de nylon o fluorocarbono en los diámetros anteriores. Para empezar, mejor usar monofilamento, ya que lanzar señuelos livianos con trenzado puede ocasionar las temidas “pelucas”.
En cuanto a señuelos, serán los vinilos y cabezas jig, en tamaños ínfimos, los que ocuparán la mayor parte de nuestro arsenal de rockfishing, aunque también podemos utilizar jigs metálicos, peces artificiales, poppers y paseantes, todos ellos a poder ser de un tamaño inferior a los 6 cm y teniendo en cuenta las limitaciones de la caña en cuanto a capacidad de lance.
Captura y Suelta
Debido a que la mayoría de los peces que capturemos serán ejemplares inmaduros o de tamaño contenido, se hace necesario realizar una estricta captura y suelta de todos los ejemplares capturados, sin excepción, devolviéndolos al agua de inmediato y con sumo cuidado, para que sufran el menor daño posible.
Ahora ya conocemos las premisas básicas para adentrarnos en la pesca de los más pequeños depredadores de nuestro entorno. Con esta modalidad conseguiremos picadas y capturas, pero no os creáis que es una pesca facilona. En cuanto la probéis os daréis cuenta que se trata de una modalidad muy técnica y sobretodo… ¡adictiva!